Un guión Manoseado y truculento para Siria
Por David Ramírez
El autor es periodista
Vamos a dejar las cosas bien claro, el presidente sirio, Bachar al Asad, es un carnicero al igual que lo fue su padre Hafez Al-Assad y la mayoría de las dictaduras del Medio Oriente. También estamos claro que los supuestos opositores o “Demócratas sirios” no son los angelitos que nos pintan las agencias de prensas internacionales.
Mucho menos los países imperialistas y las brutales monarquías árabes, que gobiernan en forma absoluta en sus países, les interesan que en Siria reine la democracia al estilo occidental.
Lo que ocurre en Siria nos hace pensar que las potencias imperialistas traman la continuación de la segunda parte de una película barata de Hollywood, aquella con el manoseado guión donde los buenos luchan contra los malos. Es el mismo guión que aplicaron exitosamente en Libia para luego apropiarse de su riqueza petrolífera y los recursos financieros depositados en sus bancos.
Siria es un país con un complejo mosaico étnico y religioso que envuelve a musulmanes, cristianos, alawitas,yazidí y drusos. Siria es un estado laico, donde hay un presidente alauita no elegido por las masas populares, pero el ministro de Defensa es cristiano, el de Seguridad e Interior es sunita , hay muchos más de estas confesiones en la fila del ejercito y la policía. Pero también hay ateos y agnósticos en la administración pública.
Siria es de los pocos países del medio oriente donde se respeta la libertad de culto; se celebran la fiesta del fin del ayuno y la del sacrificio musulmán, también las navidades y los reyes magos cristiano. Por lo tanto, en Siria no hay enfrentamientos sectarios entre cristianos, ni musulmanes, incluso, las mujeres pueden transitar libremente por las calles de cualquier ciudad careciendo del velo islámico o la odiosa burka.
En sus calles no existe la policía fascista de la "virtud y la moral", (como en Arabia Saudita y las monarquías de los Emiratos Árabes) con un látigo en las manos para “castigar” a las mujeres que conduzcan un automóvil, caminen sola por las calles o no estén cubiertas de los pie a la cabeza, porque así lo dispone el Dios “Alá”.
Las diversas religiones que existen en ese país tienen un peso social y económico determinantes para la permanencia en el poder de cualquier gobernante. Por ese lado se podría decir que en Siria se mantiene un equilibrio y armonía en sus ciudadanos basado en orden social y religioso. Es posible ver una mezquita al lado de una iglesia sin que existan rencillas o fanatismo entre sus miembros.
¿Entonces que le falta a este país para que exista una verdadera democracia?
En Siria la población quiere más libertad, están cansadas de esa peculiar dictadura unipersonal de Al-Assad. El pueblo sirio quiere cambio, pero a través del dialogo, no de la violencia.En Siria no hay oposición política organizada legal capaz de arrancarle a la dictadura la más pequeñas de las reivindicaciones por estas vías.
Lo que existe en Siria es una oposición en la clandestinidad, muy fragmentada e incapaz de conquistar la confianza de la población porque en su interior abundan los yihadistas sunitas financiados por las monarquías absolutista árabes con el propósito de controlar el poder en detrimento de la minoría Cristiana, Yazidí,Drusa y Alauita.
Estas debilidades ha sido aprovechado por Bachar al Asad para mantenerse aferrado en el poder, a pesar del desgate que ofrece su régimen. al Asad utiliza el factor religioso como una forma de manipulación ya que los Cristianos y los Drusos temen perder influencia en la compleja sociedad siria.
La experiencia de poder compartido multipartidista por medio del voto popular, como la que existe en el Líbano, podría ser la mejor solución. Siria debe tener un gobierno compartido basado en el dialogo étnico y religioso. La receta iraquí (donde una secta mayoritaria controla el poder) sería la puerta a la guerra civil y el éxodo de proporciones bíblicas de una parte de la población cristiana, drusa y alauita que apoyaron al régimen de al Asad. Sustituir una dictadura laica por otra sectaria no será nunca la solución.
Pero esta fórmula no le interesa a los países imperialistas y las monarquías árabes, lo que buscan es imponer una dictadura sunita basada en la sharia, que este país no tenga identidad propia, que su gobierno sea afines o vasallos de Israel mientras la población se empobrece y las multinacionales se hacen más ricas vendiéndole armas y saqueando sus recursos con contratos del saqueo.
Para esos fines quieren volver a utilizar al Consejo de Seguridad de la ONU, para repetir la estafa Libia. Utilizar la Organización del Tratado para el Atlántico Norte (OTAN) para apoyar a un bando descaradamente, masacrar a la población, destruir la infraestructura física y productiva de Siria.
Ese guión ya lo conocemos en Libia, donde hoy no reina la democracia, sino el caos y terror de las milicias. En Libia no hay ejército ni policía y quienes gobiernan aceptan que estas milicias dominen las calles torturando y asesinando a los ciudadanos que no les son afines.
Utilizar la ONU para llevar la barbarie en nombre de “la defensa de los civiles”, sustituir una dictadura por otra o arrogarse una misión de liderazgo y ocupación permanente del territorio de un país soberano, es inaceptable.
La posición de Rusia es la correcta, después del fiasco en Libia, a ese guion manoseado debemos decirle: ¡Nunca más!
martes
lunes
REFUTA AUTOR DE LIBRO "EL OFICIO DE LAVAR CEREBROS"
Un dato coincidente y llamativo a la vez es que, tanto mi madre como la segunda esposa de mi padre, fueron, y es, porque Lita sigue viva, zurdas. ¿Será ese el motivo por el que se casaron con él?
Escrito por: Aida Trujillo Ricart
Ante todo quisiera pedirle disculpas por el retraso en contestar, debido a motivos personales graves, al artículo del pasado 27 de septiembre, escrito por Don Rafael Peralta Romero y publicado en su periódico, El Nacional.
En dicho artículo, posterior al del día 22, en el que se anunciaba la publicación de un libro de Cassandro Fortuna llamado “El oficio de lavar cerebros”, el señor Romero nos cuenta la insistencia de dicho autor en afirmar que Trujillo era zurdo.
Escrito por: Aida Trujillo Ricart
Ante todo quisiera pedirle disculpas por el retraso en contestar, debido a motivos personales graves, al artículo del pasado 27 de septiembre, escrito por Don Rafael Peralta Romero y publicado en su periódico, El Nacional.
En dicho artículo, posterior al del día 22, en el que se anunciaba la publicación de un libro de Cassandro Fortuna llamado “El oficio de lavar cerebros”, el señor Romero nos cuenta la insistencia de dicho autor en afirmar que Trujillo era zurdo.
Dicha insistencia fue provocada tras haberlo yo negado, con la misma firmeza con la que sigo haciéndolo cuando, desde su diario, me llamaron por teléfono para contrarrestar dicha aseveración.
Este hecho, no obstante, no impide que, por educación única y exclusivamente, pida disculpas a Don Cassandro, por el hecho de desmentirle. Pero puedo asegurarle que, por más que insista, y sintiéndolo mucho, está mal documentado pues, Trujillo, era diestro.
Aunque, como él indica, yo era pequeña “y no le conocía bien”, una aserción un tanto osada, a mi modo de ver, me hubiese dado cuenta de ello, al igual que mis hermanos y, naturalmente, el resto de mi familia.
Los niños, como todos sabemos, se suelen fijar mucho en los detalles anatómicos que los diferencian de los adultos. Por ejemplo, cuando nació mi hermano Rafael, al que le llevo cuatro años, me di cuenta de “la diferencia” que existía entre cierta parte de su diminuto cuerpo y el mío.
Al ser un año y medio mayor que yo, no había tenido la oportunidad de hacerlo con Ramfis, mi hermano (q.e.p.d.) y, el de mis hermanas, era semejante al mío.
El contraste entre los niños varones y los hombres adultos, que lucían bigote, como mi difunto padre, o barba, como algunos conocidos, también despertaba mi curiosidad.
Asimismo, la anatomía de mujer de mi madre, tías y amigas suyas, lógicamente algo diferentes a la mía, cuando era niña, provocaban que le hiciese constantes preguntas a mi progenitora.
Pero como, por entonces, a los chiquillos no se les explicaba prácticamente nada, tuve que coartarme y, por si hubiese sido poco, aguantar la típica reprimenda de mi madre: ¡Mire, muchachita fresca, falta de respeto, no vuelva a hablar de “eso”!
Trujillo, cuando se convertía en, únicamente, un abuelo común y corriente, cosa que hacía desde que entraba en su casa o en la nuestra, se tiraba al piso a jugar y armar juguetes con nosotros, sus nietos.
Si hubiese visto que utilizaba, al contrario que nosotros, su mano izquierda para ejercer esa labor, sí me habría atrevido a preguntarle porque también habría llamado mi atención.
Siempre he sido, y sigo siéndolo, muy curiosa, aunque no chismosa.
Siento necesidad de averiguar, de aprender constantemente, de enterarme del porqué de las cosas. Pero no me gusta divulgar, sin embargo, lo que sé de la vida de los demás.
Y, volviendo al tema que nos atañe en esta ocasión, quisiera compartir una anécdota de mi primera infancia, esa que “no conocí bien”, según declara el señor Fortuna.
Ocurrió estando en la cocina de la que era la casa de Boca Chica, propiedad de mi madre, pues se la había regalado a ella un familiar suyo, don Manolito Baquero (q.e.p.d.), y no Trujillo, como algunos aún siguen creyendo.
Fue, entonces cuando, por primera vez, la vi pelando papas con la mano izquierda. Y, como ella sí era zurda, lo hacía de una forma tan natural que, derrotada por mi curiosidad, me animé a preguntarle cómo era capaz de realizar aquello, que me pareció toda una proeza, aunque, claro, no exenta del temor a ser nuevamente regañada..
Pero, para gran alivio mío, no me llevé la esperada riña. Mi progenitora se limitó a responder que ignoraba el porqué, a algunas personas, les ocurría lo mismo que a ella.
Me dijo que aquello era “ser zurdo” y que no tenía mayor importancia, añadió que, en cambio, cuando ella era pequeña, sí se la daban y que, en su colegio, le ataban la mano izquierda a la silla, para obligarla a que utilizase la derecha.
Ahora, en cambio, prosiguió, la ciencia había descubierto que aquella práctica no era sana y que había que dejar a los zurdos ejercer como tales.
Un dato coincidente y llamativo a la vez es que, tanto mi madre como la segunda esposa de mi padre, fueron, y es, porque Lita sigue viva, zurdas. ¿Será ese el motivo por el que se casaron con él?
A pesar de no concordar con la obstinación de Fortuna, para contrastar mi experiencia de niña ante su “descalificación”, decidí ponerme en contacto con una persona en la que, curiosamente, él se apoya para confirmar su teoría: Kalil Haché.
Mi tío Kalil, como él suele decir, confirmó mi alegato: Trujillo no era zurdo y él, el señor Haché, no tiene el gusto de conocer personalmente al señor Fortuna.
Me comentó que, eso sí, para que le dejasen en paz, había dicho que Trujillo era ambidiestro, pero que no se refería a lo que también Fortuna alude, sino a su gran capacidad para realizar cosas, para bien o para mal. Una metáfora, un paradigma, nada más.
Con el malogrado señor Font Bernard, el otro testigo del señor Fortuna, no he podido hacer lo mismo, pues, lamentablemente, hace años que falleció. Tengo que añadir que, de no haber estado segura de que Trujillo no era zurdo, lo hubiese dicho porque, el serlo, no implica ninguna deshonra.
Este hecho, no obstante, no impide que, por educación única y exclusivamente, pida disculpas a Don Cassandro, por el hecho de desmentirle. Pero puedo asegurarle que, por más que insista, y sintiéndolo mucho, está mal documentado pues, Trujillo, era diestro.
Aunque, como él indica, yo era pequeña “y no le conocía bien”, una aserción un tanto osada, a mi modo de ver, me hubiese dado cuenta de ello, al igual que mis hermanos y, naturalmente, el resto de mi familia.
Los niños, como todos sabemos, se suelen fijar mucho en los detalles anatómicos que los diferencian de los adultos. Por ejemplo, cuando nació mi hermano Rafael, al que le llevo cuatro años, me di cuenta de “la diferencia” que existía entre cierta parte de su diminuto cuerpo y el mío.
Al ser un año y medio mayor que yo, no había tenido la oportunidad de hacerlo con Ramfis, mi hermano (q.e.p.d.) y, el de mis hermanas, era semejante al mío.
El contraste entre los niños varones y los hombres adultos, que lucían bigote, como mi difunto padre, o barba, como algunos conocidos, también despertaba mi curiosidad.
Asimismo, la anatomía de mujer de mi madre, tías y amigas suyas, lógicamente algo diferentes a la mía, cuando era niña, provocaban que le hiciese constantes preguntas a mi progenitora.
Pero como, por entonces, a los chiquillos no se les explicaba prácticamente nada, tuve que coartarme y, por si hubiese sido poco, aguantar la típica reprimenda de mi madre: ¡Mire, muchachita fresca, falta de respeto, no vuelva a hablar de “eso”!
Trujillo, cuando se convertía en, únicamente, un abuelo común y corriente, cosa que hacía desde que entraba en su casa o en la nuestra, se tiraba al piso a jugar y armar juguetes con nosotros, sus nietos.
Si hubiese visto que utilizaba, al contrario que nosotros, su mano izquierda para ejercer esa labor, sí me habría atrevido a preguntarle porque también habría llamado mi atención.
Siempre he sido, y sigo siéndolo, muy curiosa, aunque no chismosa.
Siento necesidad de averiguar, de aprender constantemente, de enterarme del porqué de las cosas. Pero no me gusta divulgar, sin embargo, lo que sé de la vida de los demás.
Y, volviendo al tema que nos atañe en esta ocasión, quisiera compartir una anécdota de mi primera infancia, esa que “no conocí bien”, según declara el señor Fortuna.
Ocurrió estando en la cocina de la que era la casa de Boca Chica, propiedad de mi madre, pues se la había regalado a ella un familiar suyo, don Manolito Baquero (q.e.p.d.), y no Trujillo, como algunos aún siguen creyendo.
Fue, entonces cuando, por primera vez, la vi pelando papas con la mano izquierda. Y, como ella sí era zurda, lo hacía de una forma tan natural que, derrotada por mi curiosidad, me animé a preguntarle cómo era capaz de realizar aquello, que me pareció toda una proeza, aunque, claro, no exenta del temor a ser nuevamente regañada..
Pero, para gran alivio mío, no me llevé la esperada riña. Mi progenitora se limitó a responder que ignoraba el porqué, a algunas personas, les ocurría lo mismo que a ella.
Me dijo que aquello era “ser zurdo” y que no tenía mayor importancia, añadió que, en cambio, cuando ella era pequeña, sí se la daban y que, en su colegio, le ataban la mano izquierda a la silla, para obligarla a que utilizase la derecha.
Ahora, en cambio, prosiguió, la ciencia había descubierto que aquella práctica no era sana y que había que dejar a los zurdos ejercer como tales.
Un dato coincidente y llamativo a la vez es que, tanto mi madre como la segunda esposa de mi padre, fueron, y es, porque Lita sigue viva, zurdas. ¿Será ese el motivo por el que se casaron con él?
A pesar de no concordar con la obstinación de Fortuna, para contrastar mi experiencia de niña ante su “descalificación”, decidí ponerme en contacto con una persona en la que, curiosamente, él se apoya para confirmar su teoría: Kalil Haché.
Mi tío Kalil, como él suele decir, confirmó mi alegato: Trujillo no era zurdo y él, el señor Haché, no tiene el gusto de conocer personalmente al señor Fortuna.
Me comentó que, eso sí, para que le dejasen en paz, había dicho que Trujillo era ambidiestro, pero que no se refería a lo que también Fortuna alude, sino a su gran capacidad para realizar cosas, para bien o para mal. Una metáfora, un paradigma, nada más.
Con el malogrado señor Font Bernard, el otro testigo del señor Fortuna, no he podido hacer lo mismo, pues, lamentablemente, hace años que falleció. Tengo que añadir que, de no haber estado segura de que Trujillo no era zurdo, lo hubiese dicho porque, el serlo, no implica ninguna deshonra.
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